Un lunes como cualquier lunes, salí de mi casa a las 7:50 y llegué al instituto a las 8:05. Antes de llegar, desde la lejanía se divisaba una multitud de gente en la entrada. El único pensamiento que podía pasar por mi cabeza era el de que los alumnos de la ESO tenían una excursión. Pero me equivocaba.
Acercándome más, vi que estaba aparcado sobre el bordillo un coche de policía. Policía Municipal. Y la gente que estaba esperando en la entrada, era de todos los cursos. Luego descubrí que no nos dejaban entrar en el instituto. Me puse a buscar a la gente de mi clase, y empecé a tramar teorías de la conspiración sobre que podía haber pasado para que no nos dejaran entrar.
A las 8:12, llega otro coche de la Policía. Esta vez, Policía Nacional. La cosa se estaba poniendo seria. Los siguientes minutos serían un trasiego de policías entrando y saliendo del edificio y hablando con el director, intentando clarificar los sucesos, aún una incógnita para los estudiantes.
A las 8:17 empieza un pequeño caos. Unos profesores nos dicen que vayamos pasando al patio interior, pero un minuto mas tarde dicen que no vayamos.
A las 8:23 se habla de fútbol. El fin de semana ha estado movidito, con partidos gloriosos.
A las 8:25 surgen los primeros rumores. Se habla de bombillas robadas y la luz cortada. Lo de la luz parecía ser cierto, ya que el instituto tenía todas las luces apagadas.
A las 8:32, la gente empieza a inventarse juegos para pasar el rato, mientras la policía sigue buscando pesquisas. Los profesores se dividen en dos bandos: los que están de pie y dan conversación a sus alumnos; y los que están sentados, hablando con los de su mismo gremio.
A las 8:38, la policía entra al huerto. Lucía, la responsable del huerto, les acompaña.
A las 8:43, la policía vuelve del huerto y empieza a conectar sucesos. La gente no parece impacientarse, y de hecho se lo toman a risa. Nadie abandona el centro, a la espera de noticias.
A las 8:46, se confirma la causa de semejante interrupción: el robo de los ordenadores traídos tan solo dos semanas antes y bondadosamente pagados por la Comunidad de Madrid. Ordenadores de características muy aceptables, potentes, bonitos y todos organizados en armarios de carga modernos y seguros. Bueno, casi. Porque los han robado. Y más tarde, a las 8:48, se confirma que los ladrones entraron al edificio a través del huerto, por una ventana de una de las clases de informática. Pero, ¿No hay cámaras de seguridad? Claro que hay. El problema es que las cámaras funcionan con electricidad. Y cuando el ladrón es tan pícaro que se le ocurre la idea de cortar los cables del suministro eléctrico, el resto es pan comido.
A las 8:56, se comunica a los alumnos de Bachillerato y FP que pueden ir a su casa, se suspendían las clases de ese día para ellos. Los alumnos de la ESO se quedan hasta la tercera hora esperando, para luego entrar y dar clase las tres últimas horas.
Ese lunes no fue como cualquier lunes, gracias a un mangante de portátiles, que al llegar a su casa y comprobar su suculento botín, se dio cuenta de que esos portátiles tenían grabado con láser el logo de educaMadrid y de la Comunidad de Madrid. Portátiles, que si intenta vender, descubrirá que traen una desagradable sorpresa.