Una defensa de la democracia – versión nueva.

Es bueno que se hable mucho hoy en día sobre la transparencia política. Sin ella se produce una gestión totalmente al margen de cualquier control por parte de la ciudadanía y, al igual que las aguas estancadas son ideales para microorganismos y mosquitos, sin la posibilidad de la rendición de cuentas florecerá la corrupción. Si un Estado no es democrático (y no voy a entrar todavía en la pregunta de qué es ser democrático), sus componentes tendrán la opción de aprovecharse de su poder para el beneficio propio y perpetuar su posición aventajada. Se podrá verter en la propaganda y los discursos cualquier mensaje que suene bien e incluso en algunos casos sea bueno si se llegara a poner en práctica, y ya la realidad será otra. Los que ostentan ese poder sin restricción podrán decir tener buenas intenciones y afirmar que realmente van a ayudar a todos, y ya la realidad será otra, la que les interese, por muy cruel y despiadada que sea.

Imaginaos un Estado con estas cualidades: transparente, dialogante, comprometido, sensato, representativo, que cumple con sus deberes, etc. Suena como algo muy preferible y cuánto me alegro que el mundo occidental cuente con eso… ¿no?

Qué robusta y auténtica es nuestra democracia cuando ni siquiera en casi medio siglo ha hecho sus deberes con los damnificados del franquismo. Todos los crímenes de los funcionarios del Estado franquista siguen sin perseguir gracias al ingenio de la preconstitucional Ley de Amnistía de 1977, la ley del olvido de la incuestionada Transición de cuyas muertes poco se habla. Todavía campan a sus anchas en el Congreso aquellos que tienen su versión distorsionada de la historia de España. Un ya exdiputado dijo el verano pasado que “La Guerra Civil fue un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia”, considerando así el régimen constitucional de la Segunda República ilegítimo y, por el contrario, llamando ley al fusilamiento, la tortura, la censura y el terror del franquismo, cuyo origen fue nada menos que un golpe de Estado que dio comienzo a la Guerra Civil. Que no nos sorprenda que ciertos sectores políticos no quieran tener la más mínima consideración con las víctimas y se esfuercen en ocultar la realidad y alterar la historia. No querrán que se oiga la historia de Agustín, la persona más mayor de mi pueblo, que pasó años en campos de concentración franquistas.

Qué bien que el Estado cuide tan bien de nosotros: los centros sanitarios y educativos están en las últimas, tanto en lo que se refiere a personal, insuficiente y desbordado, como instalaciones. Si os podéis permitir la privada, felicidades, y si no, que os jodan, haberos esforzado más (porque claro, no olvidéis que con esfuerzo suficiente siempre conseguiréis vuestros sueños). Todo mientras en la Cañada Real siguen sin electricidad, teniendo que enfrentarse a Filomenas, olas de calor y la vida cotidiana sin acceso a los servicios esenciales que se les niega por haber tenido la mala suerte de no tener otra opción que no sea vivir allí.

Qué bien que en este país se quiera dar más importancia a algunos contenedores en unas protestas que a los 4.404 migrantes que en 2021 murieron intentando llegar a España. Qué bien que la policía, sinceramente como ocurriría en cualquier país, cargue desproporcionadamente cuando se protesta en Vallecas o masivamente a lo 15-M, pero luego parezca estar casi aplaudiendo cuando una comitiva de coches lleva a cabo una protesta “patriótica”, todo ello mientras algunos se regodean en sus chats de las víctimas de su violencia (por suerte, algunos compañeros honrados lo denunciaron y por eso lo conocemos). Se puede perseguir a los indefensos como los manteros, pero nada de tocar (todo lo contrario, defender) a los que se enriquecen de la labor de los demás dándoles a cambio míseros salarios, lo más bajos que puedan conseguir. Y vamos, que nadie se atreva a señalar el racismo institucional del que peca la policía, que como no guste a algunos se retira cualquier mención a ello.

La libertad de expresión en España no va tan bien como nos gustaría creerlo. Solo voy a mencionar algunos ejemplos: El jueves en 2007 y Xavier Vinader en 1980.

Y en verdad, y ya fuera coñas, deberíamos estar alegrándonos relativamente. EEUU, el gigante que siempre quiere alardear de ser el mayor guardián de la libertad y la democracia a nivel mundial, lo tiene aún peor. Por mencionar algunas cosas, sufre aún más violencia policial, más desconocimiento político de la población (este fenómeno, allá donde lo haya, es intencionado), peor situación de derechos laborales, una epidemia de drogas, mayor población carcelaria y sin hogar, inexistencia de salud pública, un sistema electoral que ni siquiera es representativo (el “electoral college”) y un bipartidismo eterno entre dos partidos que son beneficiarios de toda esta situación y no tienen interés en cambiar nada, para lo cual haría falta desmontar el lobbying que les permite mantenerse en el poder sin hacer nada. “El mayor guardián de la libertad” ni siquiera te deja la libertad de ser tratado si no te lo puedes permitir ni de protestar aun siendo pacífico sin el acoso de la policía. Y en el extranjero sin tapujos participa en guerras según sean sus intereses e influye en otros países (golpes de Estado, embargos inhumanos, la guerra sucia de la operación Gladio o la contra, etc.) según lo que le haga falta.

Lentes de Salvador Allende, el presidente chileno que, siendo marxista, fue electo democráticamente y, el 11 de septiembre de 1973, derrocado en un golpe de Estado militar apoyado por la CIA.

¿Cómo de democrático es un Estado si ni siquiera existe debate en torno a ciertas cuestiones que se dan por hechas? Por poner un ejemplo, en la oficialidad de las instituciones y los medios de comunicación principales no se cuestiona la monarquía, institución hereditaria e inviolable (impune) que fue impuesta en la Transición con el chantaje de “o democracia con monarquía o franquismo sin Franco”. Y ese ejemplo, el modelo de Estado, ni siquiera es el que tiene el mayor alcance. ¿Qué tal abrir el debate sobre si nuestra economía funciona democráticamente?

Para más información demoscópica, visita https://electomania.es/

¿Cuándo hemos visto cuestionar la manera antidemocrática en la que funciona la economía actual? Cualquier cosa que no resulte del agrado de los accionistas jamás será decidida porque por mucho que pueda mejorar el bienestar de los demás, no produce beneficio económico. Por poner un ejemplo, las petroleras, cuyas decisiones, como en cualquier empresa (organización jerárquica y centralizada, al igual que los Estados), las toman sus dueños, ahora mismo están interesadas en producir la oferta justa necesaria para que se pueda suplir la demanda (creciente debido a la situación con el petróleo y el gas rusos), pero con poco margen. De esta forma existirá un margen muy apretado para que, por escasez artificial, los precios suban y se puedan maximizar los beneficios. Si quisieran podrían aumentar la producción lo necesario para paliar la subida de precios, pero no interesa y todos los consumidores se van a tener que resignar a pagar mucho más por un recurso del que la sociedad entera depende muchísimo. Eso sí, sobre lo de subir los sueldos a los que trabajan en las petroleras ni hablar, eh, que toda esta millonada de beneficios nos la hemos ganado. Y si podemos apañarnos para funcionar con menos plantilla lo haremos, y a ver si así nos ahorramos otro poquito más.

Todas estas decisiones tomadas por quienes tienen la suerte de ser dueños del capital repercuten en todos los demás, no solo sus trabajadores, pues no hacen más que disminuir el poder adquisitivo de todos. De esta manera ellos podrán hacer fácilmente un ERE o contratos precarios si les parece necesario para sus intereses (y los trabajadores lo tendrán difícil para impedirlo), mientras que nosotros, incluso con las marchas multitudinarias que ha ido habiendo, ni siquiera estamos siendo capaces de frenar el deterioro de la sanidad pública. A mí me gustaría que se hablara algo más sobre la democracia en el lugar de trabajo y modelos alternativos al actual, jerárquico, donde el poder reside en los dueños, cuyo capital ha sido conseguido quedándose con el valor generado por sus trabajadores. Y, mientras tanto, los representantes elegidos por el pueblo se pueden dedicar a subir impuestos regresivos (por ejemplo, el IVA en 2012), bajar la progresividad fiscal (lo que EEUU lleva haciendo durante décadas) y recortar el gasto público porque claro, esa es la mejor manera de hacerlo para sus intereses.

Gráfico que muestra cómo en las últimas décadas EEUU ha destruido su progresividad fiscal.

Llegado a este punto no puedo creerme que vivamos en un Estado democrático. España se puede parapetar en que tiene una Constitución y muchas leyes que garantizan de palabra derechos, pero en la práctica se vulneran constantemente. A pesar del artículo 47, los desahucios siguen existiendo porque se ha impuesto que prime la propiedad (también es cierto que la gran mayoría de los caseros son pequeños propietarios) al derecho de vivienda de los vulnerables. El Estado debería poder encargarse de proteger a esos inquilinos de la manera más adecuada. Este “estado de derecho” que tenemos de palabra no es real, y cualquier oposición a este régimen con apariencia de democracia será perseguida judicialmente. Abres la boca y ya te denuncian. Si, como en el 15-M, intentas protestar más allá de pedir tímidas reformas, te detienen de mala manera. Reprimen con la fuerza, las multas y las sentencias, ayudados de la Ley Mordaza y todo el aparato judicial.

Mientras la mayoría de la gente se recrea en las mil formas de entretenimiento que hay (y a ver, no estoy diciendo que el entretenimiento no sea necesario, todo lo contrario), se ciernen sobre nosotros unos muros invisibles de una prisión de la que ni nos damos cuenta. La mayoría está encantada de vivir en este sistema que tiene apariencia de democracia y solo reclama algunos cambios y ajustes dentro de él. No es de extrañar que sea tan difícil imaginar algo distinto cuando los medios no dicen ni mu sobre esas posibilidades.

La realidad es que, a sabiendas de sus buenas connotaciones, la palabra democracia se ha querido aplicar a un sinfín de regímenes. El Estado franquista era una “democracia orgánica” y los Estados socialistas que dicen ser dictaduras del proletariado se adhieren al concepto de la “democracia popular”.

Mapa que muestra los países que se hacen llamar democráticos

¿Cuán de “popular” es la “democracia” que Venezuela afirma tener? El gobierno venezolano reprime movilizaciones obreras, los sindicatos y restringe la participación en la política de la ciudadanía. Dice abanderar la farsa populista del “socialismo del siglo XXI”, pero de socialismo nada, pues el poder que su Estado quiere mantener se sustenta en beneficiarse de las relaciones de producción capitalistas que no pretende cambiar. ¿Qué tiene de democrático que un tercio de los asesinatos en Venezuela sean perpetrados por su policía en ejecuciones extrajudiciales? Toda la oposición por la derecha al chavismo solo pretende sacar tajada de ganar control sobre su economía y naturalmente es apoyada por el Norte Global, ávido de extender sus tentáculos imperialistas. Sin embargo, apoyar al chavismo también sería un error muy grave para un izquierdista, pues el Estado hambreador y represivo que tiene Venezuela no tiene nada de pro-obrero; es cleptocrático y militarista a más no poder. Mientras Maduro utiliza falsamente lenguaje woke que suena bonito para granjearse el apoyo de la juventud progresista internacional, millones de venezolanos pasan hambre cada día y se ven obligados a emigrar, causando así una crisis humanitaria de grandes proporciones.

Es cierto que estos Estados socialistas, suponiendo que una vez con el poder alguno llegara a tener realmente la mejor de las intenciones, lo tienen complicado estando rodeados de países capitalistas, pero yo soy de los que creen que el fin no justifica los medios. Por mucho que yo crea en la necesidad de una ruptura total con cómo se hacen las cosas actualmente, nunca podré apoyar la represión de la que se valen para perpetuar la revolución o su definición de ella, pues en estos países son numerosos los ejemplos de represión contra los obreros cuando estos demandan controlar directamente para ocuparse ellos mismos de mejorar sus condiciones.

Al final resulta que cuanto más se aleja a la ciudadanía de la participación activa en la gestión política, peor es la calidad democrática. Solo votar en elecciones a representantes no es suficiente. Los representantes van a buscar ser reelegidos, lo que hará que sus acciones tiendan a ser cortoplacistas. Por ahora lo que se puede hacer es generar conciencia de esta realidad para luego trabajar juntos para cambiarla radicalmente, porque defender la democracia significa nunca caer en el conformismo de que “ya se ocuparán los representantes de solucionar los problemas” o la apatía de que “es que todos los políticos son iguales”. Todo es política; si quieres soluciones, participa.

Esquema solo con propósitos informativos tomado de YouTube.
A veces me gusta escribir cosas de ninguna temática en concreto, en especial de opinión.
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